Unas cuantas veces en mi vida he experimentado momentos de una claridad meridiana. En los que durante unos breves segundos, el silencio ahoga el ruido y puedo sentir en lugar de pensar. Todo parece muy definido, el mundo claro y fresco como si todo acabara de nacer.

miércoles


Y ahí estaban tirados, riéndose como si cada carcajada fuera su último aliento.El vinilo seguía sonando, el suelo estaba frío y en el horno un pollo quemado con sabor a ron. Pero nada de eso importaba. La vida resultaba fácil entre esas cuatro paredes blancas. Si en ese momento todo acabase, nada importaría para ellos.

"He entrado al metro de día y cuando he salido ya era de noche. He pensado que tendría que esperar 12 horas para volver a ver la luz del día y ni siquiera he pensado en respirar los últimos rayos antes de entrar. Eso me ha agobiado y por eso vengo de comprar lamparas y un póster de la playa que aumente la credibilidad del ambiente de día que voy a recrear. Soy impaciente y no podía esperar 12 horas. Pero venir caminando cuando ya había oscurecido me ha echo interiorizar la noche asique a la mierda con las luces y el póster, solo quiero velas, oscuridad, pollo, vinilos y cigarrillos".


No quiero moverme de estas cuatro paredes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario